Fiebre x leer

6.8.07










(planeta inéditos - 1)








fragmentos de


BLAIA Marcelo Díaz







Humpty Dumpty: Cuando yo uso una palabra,
significa lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos.
Alicia: La pregunta es si se puede hacer
que las palabras signifiquen cosas diferentes.
Humpty Dumpty: La pregunta es quién es el amo,
eso es todo.

Lewis Carrol






Buscar / Encontrar

Llegás al Automóvil Club Argentino en busca de cartografía autorizada. Aunque no hay en la sala quien atienda, te sentás a esperar en un sillón cuyos ángulos evocan vagamente el perfil de una nave espacial. El sillón, de un rojo intenso, moderno probablemente en los años 50, con un aire de familia a un Siam Di Tella, parece diseñado para el viaje a gran velocidad por el futuro, aunque vos esperás más de un hora encallado entre carteles que celebran los cómodos caminos argentinos, sus ciudades, sus respectivas fiestas típicas: fiesta de la vid, del trigo, del poncho, del ternero, del maíz, del surubí. Gente trabajando para la grandeza de la patria. Finalmente aparece un conserje que te resulta vagamente familiar, y tras él una mujer de voz neutra a la que le planteás tus requerimientos. No conseguís precisar a quién te recuerda el conserje con esos lentes de aumento desmesurado. Tampoco hay nada de lo que buscás. Sin embargo te ofrecen: Valle de la Luna, 7 Lagos, Rutas Argentinas, Maravilloso Litoral, Misteriosa Patagonia, Colonias Pampeanas. Te ofrecen un café.

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Durante mucho tiempo los cartógrafos recibieron el nombre de “pintores de mapas”

Hay mapas circulares y hay mapas con forma de corazón. Los hay también con forma de trébol, como el que Heinrich Bünting dibujó en 1581 ubicando un continente en cada hoja y a Jerusalém en el centro de las cuatro.

Acá tal vez convenga recordar que durante mucho tiempo los cartógrafos recibieron el nombre de “pintores de mapas”. Yo me acuerdo de una vez que con una bic me dibujaron en la mano el recorrido para llegar a una casa con pileta, y escribieron ahí un nombre mientras me preguntaban ¿a qué hora venís? El recorrido, en trazo rojo, partía de Córdoba y Alem, y llegaba, tras cruzar la última línea de la palma de la mano, a una suerte de montecito entre el índice y el mayor, donde una cruz coronaba el trayecto serpenteante. Recuerdo haber manifestado no entender del todo ese dibujo que cubría mi mano casi en su totalidad, con virajes, espirales y recodos. Recuerdo la risa y la respuesta de la cartógrafa: vos nunca entendés nada.

Y también hubo gente que se preguntó: caída Jerusalém ¿qué pondremos en el centro?



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Haciendo la V en la portada de un libro imposible

En un estante perdido de la biblioteca popular Bartolomé Mitre di un día con un libro cuyo extravagante (y desafortunado) título era ¡Zoomática! con signos de admiración. El uso de los signos pretendía, supongo, provocar en el lector un entusiasmo espontáneo y febril, el mismo que parecían experimentar los animalitos de la portada: un topo, un papagayo, tal vez una jirafa, presas todos de una excitación que a mis ojos era totalmente inexplicable. Hago memoria y recuerdo que el topo hacía la V de la victoria. Creo haber dudado acerca de si el topo hacía la V de la victoria o si en realidad había sido dibujado con tan sólo un par de dedos en la mano, de modo que al pobre roedor no le quedaba otra que vivir condenado al optimismo. Recuerdo haber copiado en un cuaderno alguno de los problemas imposibles. Recuerdo también que el pie de imprenta decía 1973.


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Usos cartográficos del corazón

En 1536 el humanista Oroncio Finé imaginó una proyección cordiforme de la esfera terrestre: el mundo tiene el contorno de un corazón, pero ocupa el lugar del rostro bajo un capirote de loco coronado por la leyenda Conócete a ti mismo.



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Coordenadas para el trazado de un mapa. I, The call up

En un rincón del departamento de Ramiro Murguía, en el 82, escuchábamos The Clash.
Es preciso aclarar que en 1982, en Bahía Blanca, resultaba poco menos que imposible conseguir un disco de The Clash. El tema es que el padre de Ramiro solía viajar a Europa, y de Europa había traído Sandinista! y Combat Rock.

Sandinista! con signo de admiración. El signo, en este caso, anticipaba el estupor que un disco presuntamente punk, que no sonaba punk, podía provocar. ¿Pero qué podíamos saber del punk y de Nicaragua nosotros, ocho borceguíes tras la garganta de Strummer, en ese rincón de persianas bajas para bloquear el sol enfermo del invierno?

I don’t wanna die I don’t wanna kill

The United Nations said it’s all fair

De modo que en 1982, en el departamento de Ramiro Murguía, mientras The Clash daba vueltas en el Winco, aprendíamos el uso del signo de admiración que nos martillaba la cabeza: Sandinista! y la cabeza daba una vuelta y se partía como un zapallo: Malvinas!

















Marcelo Díaz (1965) Nació y vive en Bahía Blanca